Torrente

Mi padre construyó esta casa cuando yo nací para que mi hermana mayor y yo pudiéramos disfrutar de un entorno todavía virgen, silvestre y puro al mismo tiempo. Recuerdo los largos ratos en la calita de abajo jugando a tirar piedras, los chapuzones desde lo alto de una de las rocas de la playa de al lado, y los trayectos en bici hasta las extensas playas de arena. Recuerdo las visitas al pueblo y el olor de pescado recién salido del mar, los jugosos arroces y las laberínticas escaleras. Recuerdo aquellos divertidos partidos de tenis en la urbanización y los helados del después. En el frontón de esta casa aprendimos mi hermana y yo a jugar a tenis, a ir en bici, y cómo no, a nadar en nuestra enorme piscina y de irrepetible tamaño en la zona. Recuerdo las entrañables barbacoas en família bajo la sombra de los pinos, las largas siestas de los mayores en las hamacas bajo los árboles, y las inacabables horas para mis primos, para mi hermana y para mí en los columpios. Más tarde y ya más mayores, mi padre decidió hacer una gran reforma en la casa: puso ventanas acordeón en el comedor exterior, de manera que pudiéramos pasar largas sobremesas toda la família allí, pero sin privarnos de las vistas de afuera. Esta zona se convirtió en el alma de la casa. El salón de dentro continúa siendo tan cálido y acogedor como siempre, con su chimenea y juegos de mesa. Luego, la familia fue en aumento, pero la casa nunca se nos quedó pequeña, el séptimo u octavo miembro renacuajo de la familia podía dormir tranquilamente en el sofá-cama del comedor sin ninguna molestia.